jueves, 1 de septiembre de 2011

iL

Ese es el nombre de la colonia que tanto le gusta; iL.
Una muestra barata de peluquería, que aunque ya se acabó sigue formando parte de mí, y de ella, y de unos días del diciembre de 2009. Un diciembre incierto, raro, agridulce...

Sigo recordando cada milésima de segundo de cada uno de los 31 días de ese diciembre. Mis recuerdos son tan fuertes que hasta me provocan sensaciones al oler, oír, o pensar determinadas cosas.
A veces siento frío, como si ese aire invernal de la meseta me pillara desprevenida. Otras siento un dolor intenso en el pecho, el mismo que aquellos días, acompañado de las putas mariposas en el estómago. En ocasiones, como ahora, se me hace un nudo en la garganta...

Fue todo tan raro, tan surrealista...ni ella ni yo supimos como afrontarlo. Las dos hicimos gilipolleces, nos hicimos daño e hicimos daño a personas queridas, pero al mismo tiempo todo empezó ahí. Todo lo que ahora es mi vida. Todo lo que nunca hubiéramos podido imaginar, pero que queríamos con tantas ganas...
Aquel 6 de diciembre, tumbadas en una fría piedra negra en el casco antiguo de Valladolid...aquel día me enteré de que era mi primer amor. Asi dicho suena, no sé, ¿estúpido? Pero es cierto. No supe qué era el amor de verdad hasta ese día. Mi cerebro estaba cerrado en una estúpida idea, pero mi corazón envió el mensaje. Se me vino el mundo encima...me sentía tan mal.

Me sentía exactamente como si mi cuerpo se hubiera dividido en dos: la parte racional, y la parte sentimental. Y ambas jugaban al pilla-pilla. Cuando una de las partes encontraba lo que quería decirle, llegaba la otra y lo ponía todo patas arriba...
Por si fuera poco, cuando encontré por fin las palabras, cuando supe que era una enamorada crónica, cuando parecía que había encontrado la luz entre mi puta oscuridad, volví a poner los pies sobre la tierra y me di cuenta de la realidad; ni me quería, ni iba a hacerlo nunca. O al menos, así era por aquel entonces.
Fue todo tan duro, tan horriblemente duro conseguirla...que ahora no entiendo como a veces no valoro lo que tengo.



Sí, a veces, soy tan estúpida que me pregunto si ella es lo que quiero, lo que necesito. Y esos días tengo que recurrir al dolor de aquel diciembre. No es masoquismo, es por pura retrospectiva. A veces necesito recordar que ella es todo lo que tengo y lo que nunca tendré. Que hasta que ella llegó mi vida era...¿cómo era mi vida? No lo recuerdo, ni quiero hacerlo.
Llegó ella con sus ojos brillantes, con su sonrisa, con su forma de ser, pidiendo a gritos que me enamorara de ella, que no me resistiera. Y no pude hacerlo. Y tampoco pude resistirme a luchar por ella, por más doloroso que fuera, por más lento que fuera el proceso.

La quiero, la quiero con toda mi alma, de todas las formas posibles, y en todos los formatos disponibles. Conozco cada gesto, cada uno de sus lunares. Conozco su voz en susurros, en gritos, en gemidos...Conozco cada parte de su cuerpo, sé lo que está pensando cuando no dice nada. Sé lo que quiere y lo que no quiere.
Y me guste más o menos lo que veo en ella, lo acepto, porque sé que quiero estar con ella el resto de mi vida, y quiero que el resto de mi vida empiece ya.

Y todo esto, y mucho más, viene a mi cabeza solo con oler el mililitro de iL que queda en el frasco.

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