lunes, 28 de abril de 2014

Se lo dedico al que marcó el "menuda bazofia".

Sumergirse en una espiral sin salida es, en el fondo, inevitable.
La cuestión es tener suerte y caer en la que te gusta. La espiral que deseas que te vuelva loca.
Y llegados a este punto yo no sé si quiero esta espiral, o siquiera si he entrado en alguna. Hasta ese punto llega a nublarme la vista la rutina.

Dios, cómo la odio. Cómo bebe de mí hasta secarme.
Y cómo detesto el cambio, también.

¿Ves? A eso me refiero.

¿Cómo no me va a dar envidia leer lo que otros escriben sobre el caos, aunque sea mentira, si el caos le tengo yo en la sesera? ¿Cómo no voy a arrugar el hocico cuando habláis, si a mí ya no me salen palabras lógicas cuando quiero decir qué me pasa?

¿Cómo no voy a dormir (con suerte) dos horas diarias, si no tengo nada que descansar?

Y luego viene el inocente comentario de mi querida madre: "Si ya sé yo que a ti te gustan más las humanidades". A buenas horas, mangas verdes.
A la mierda, ¿qué estoy haciendo?

Me basta así

Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
                                entonces,

si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
                    Oigo
constelaciones: existes.
                        Creo en ti.
                                    Eres.
                                          Me basta).

-Ángel González, Palabra sobre palabra.

jueves, 24 de abril de 2014

Test de incredulidad: descubre qué persona has sido en los últimos años.

De algún modo aún me sorprende responder a preguntas diseñadas precisamente para encasillar mi forma de ser en líneas generales, y observar que el resultado se aproxima a la realidad.

¿Acaso creo que contestaré mal a mis propias cuestiones? ¿O es que desconfío de que una máquina escuche mis respuestas?

Leo los resultados de los tests de personalidad como si fueran un horóscopo. Soy escéptica, lo admito. El problema es que serlo en el segundo ejemplo es normal, pero serlo en el primero, no.

Esto me hace plantearme que quizá mis relaciones sociales hasta ahora hayan sido una mierda: o yo estoy tan acostumbrada a mentir sobre mí que ya no creo que lo haga, o lo habitual es que mi interlocutor reciba mis palabras como quien escucha el hilo musical de un ascensor de hotel.

Deprimente, sea cual sea la verdad. O tal vez sean las dos.
En cuyo caso es aún más deprimente.

Feliz jueves.

jueves, 17 de abril de 2014

¿Por qué vuelves, Helena?
¿Por qué ni siquiera dejas que se me caigan las lágrimas?
¿Por qué me haces esto ahora?

Os juro que me sale sola.

Ella dice que no tiene manías, pero guarda cada día en billetes de tren.
Viana-Valladolid, Café-Cigarro, Beso-Andén.
Dice que nunca se peina, pero cómo se coloca los rizos sin darse cuenta.
Que no se arregla, aunque huela a ella y a Febrero de hace dos años.
Me miente sin enterarse cuando me dice que estoy muy guapa
sin querer verse por un momento como la miro cuando me habla.

Me rima sin querer. Aunque sea en asonante y sin métrica definida, así es ella.

domingo, 13 de abril de 2014

Son ellas.



"Soñó que era un licántropo
y que su corazón estaba lleno de luz cristalina"

Eso rezaba la tumba de su padre.

Ella había nacido con los mismos ojos azules, la misma luz en el corazón. Las mismas voces en la cabeza.
Su padre era esquizofrénico.
Pero no era culpa de él, le decían a ella sus voces. No. La culpa era de ella. Eso le decían..

No, su pobre padre no tenía la culpa de no poder estar ahí. No, su padre no.
Ella era quien no supo cuidarle.
Ella no era suficiente, le decían sus voces. Eso le decían.
Ella era vulnerable. Eso decían.

Con los pies tan fríos como la piedra de la lápida, comenzó a recordar.
Las manos de él, la cara de su padre.
Pero ese otro hombre...¿quién era?
No, él no tenía tampoco la culpa. Ella le provocó.
Le quemó con la llama que crecía en ella.
Era su culpa, le decían sus voces. Eso le decían.

Este hombre sí que la trataba como un padre. La protegía, la cuidaba, la acariciaba...
Pero ¡pobre muchacho! él sí que era un licántropo.
Él sufría y tenía que hacerla daño, porque ella era la luna llena.
Ella era la luna, le decían sus voces. Eso le decían.

Y entonces él se transformaba y entraba en su cuerpo como un montón de balas.
Pero no era su culpa, pobre lobo. Pobre criatura.
Eso se decía.
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Esta canción parece inofensiva -aunque tal vez algo inquietante- a simple vista. He querido ponerla aquí y hacer con ella un relato basado en su letra, porque realmente trata el caso de una violación. El personaje que canta la letra es una chica que ha crecido sin el amor de su padre (pues este padecía esquizofrenia). Evidentemente él no tiene la culpa de su enfermedad, pero ella no se valora, no se quiere. Y esta espiral de autodestrucción la lleva a entrar en un vínculo peligroso con un hombre que se aprovecha de ella. Su inexistente autoestima le genera sentimiento de culpa. Se siente una puta, hablando en plata, a pesar de que la culpa es únicamente del hombre que la ha violado.

Lamentablemente este sentimiento se da en muchas mujeres que han sido violadas. Así hemos conseguido que se sienta una mujer a la que han utilizado: como si fuera ella quien provoca.
Y no apelaré sólo a los hombres, porque cada vez me sorprende más el elevado número de mujeres machistas que aún hoy existen. A menudo somos nosotras nuestras mayores enemigas.
El enemigo es el machismo, no el hombre.

Y en fin, sólo quería invitar a la reflexión. A veces es necesario tratar estos temas directamente.

Buenas noches.

jueves, 10 de abril de 2014

Meh.

El hecho de que sienta esta necesidad por escribir aunque no sepa muy bien el qué, no es buena señal.
Ni siquiera tengo ganas de escribirlo en palabras bonitas, porque no las siento así. Y porque esto no es bonito.
Los días parecen de mentira, raros, un trampantojo. Me abruma la sensación de que, de pronto, me apoyaré en una pared y caerán el decorado y los micrófonos peludos. Ojalá al menos fuera así, un show de Truman.
Pero no, lo cierto es que iba en serio. Las paredes no se caen sino hacia mí, encerrándome. Me paso los días moviéndome entre bibliotecas y dramatecas, porque eso es mi casa.
¿Para qué inventarme cuentos? No quiero esquemas de "presentación-nudo-desenlace". No. Esto es nudo, nudo, nudo, nudo, nudo, ahorcado.

Hablando de nudos y gargantas, vivo con el miedo a que una canción me arranque las lágrimas -que están ahí, las noto- y mi madre me pida algo desde el salón. Y me las aguante, las trague (si la cuerda las deja pasar), porque si me preguntase qué me pasa, no tendría nada que decirle.
Y de tenerlo, no querría hacerlo.

miércoles, 9 de abril de 2014

Estoy en racha.

*En mala racha.

Y bueno, es de esas cosas que en algún momento tenía que pasarme y ser escrita en mi pantalla tras una línea parpadeante.
Supongo que el desgaste físico, la rutina, la presión y el miedo a la avalancha de exámenes han podido conmigo. Yo que sé. Se me queda en el paladar un saborcillo a decir estupideces cada vez que abro la boca.
Papá y mamá no ayudan.
La nicotina consuela por encima de lo que me gustaría reconocer.
Y así todo.

Últimamente lo escribo todo en renglones separados. Qué cosas.

Y el espejo está especialmente cabrón, volviendo a lo de antes. No conectamos. Kilos aparte, el cansancio se acumula y tengo la mirada vacía, el pelo rebelde y un gesto amorfo. Las tetas siguen como siempre, al menos.

Yo debería estar estudiando.
Lo siento.

Un detalle.

He dejado de poner etiquetas a mis entradas.

Pican.
A mi mamá, con cariño:

Gracias por hacer de tus traumas mis temores.