martes, 2 de septiembre de 2014

Valladolor, ciudad de frustraciones.

No sé salir del nido.
De algún modo esperaba que una ramita me agarrase un pie, como diciendo "no te vayas".
Pero no lo ha hecho.
Así que me lo digo yo, que para algo soy tan diva.

jueves, 28 de agosto de 2014

Paranoias de fin de verano.

Qué relativo es el tiempo, ¿no?
Hoy he cogido un brik de leche y caduca el 10 de noviembre de este año. Y he pensado ¿dónde estaré ese día? ¿Qué estaré haciendo?
El 10 de noviembre estaré comiéndome la cabeza con una carrera recién comenzada y no recordaré lo "especial" de la fecha.

Lo que hoy te preocupa se te olvidará en un mes. Los problemas aparentemente irresolubles de ahora no serán nada en unos años.

Pero...¿y las alegrías?
¿Ocurre lo mismo con ellas? ¿Se olvidan? ¿Se pierden en el mismo lugar al que van a parar las preocupaciones pasadas?

Me inquieta tanta relatividad. Estos latidos, estas respiraciones, estas lágrimas... serán minucias antes de que te des cuenta.

Somos puntitos preocupados por cosas absurdas. Puntitos minúsculos en un Universo que no conocemos.

lunes, 25 de agosto de 2014

Espera.

Quédate ahí.
Ahí, justo donde estás, con esa cara de confusión.
Deja que mastique este momento, que se me pegue a los dientes y coja manía a su sabor.
Espera.

No me preguntes; pienso decirte que no pasa nada.
¿No era ese el juego?
No me dices qué piensas, no te digo qué me ocurre.
Admítelo, pronuncia ya lo que sé que estás pensando. Ten valor.

Dímelo o no me preguntes.
Porque seguirá sin pasarme nada.

jueves, 14 de agosto de 2014

Trenes

No deja de ser irónico que me digas esto en un tren que lleva a Salamanca. Como tú y yo.
Tal vez toda nuestra relación esté más ligada a los trenes de lo que parece. Mis primeros recuerdos contigo son en estaciones y son de despedidas, y ayer pareció que la gran despedida llegaba para las dos en un mismo vagón.
Curioso.

No me gusta pensar que te me estás escurriendo entre los dedos porque no he sabido cerrar el puño a tiempo. Me da miedo haber jodido las cosas por descuidarte. Me da miedo no gustarte. No sé, entiéndeme.
Yo aún estoy enamorada de ti y tiemblo por dentro cuando me das un abrazo. Sé que puedo vivir sin ti, pero sencillamente no quiero hacerlo todavía.

Siento que lo que soy ahora lo soy gracias a lo que he vivido contigo. Creo que aún no es el momento de parar, de verdad que pienso que aún no hemos agotado las posibilidades y que nos quedan al menos un par de experiencias por pasar juntas. Hemos crecido mucho estos dos últimos años, y al menos en mi caso, la motivación era llegar a donde estoy ahora. A punto de empezar nuestra vida.

Son dos años repitiendo que todo el esfuerzo merecía la pena porque me llevaría a despertarme a tu lado por las mañanas y a estudiar lo que nos apasiona a ambas. Son dos años pensando "cada día que pasa es un día menos para Salamanca". Son dos años de trabajo que aún así me han sabido a gloria porque los he pasado contigo.

Y ahora, a las puertas del cielo, éstas se me cierran en la cara y me dejan el regusto a que la culpa es mía.

Y lo peor es que mi mayor deseo es que tú seas feliz, porque te quiero y porque lo mereces, y ahora temo que yo no puedo conseguirlo.

Cruzo los dedos.

Te quiero.

viernes, 20 de junio de 2014

"La felicidad consiste en poder unir el principio con el fin"

Eso dijo Pitágoras. O eso dice Google que dijo.

En cualquier caso, hoy estoy de acuerdo con esa frase.
Para mí ha terminado un ciclo hace poco más de veinticuatro horas. Tener los resultados de Selectividad era la pieza que faltaba para poder descansar del todo y cerrar este episodio.

Sí, he aprobado (y con nota). Sí, todo apunta a que haré Biología en Salamanca sin problemas.

Por fin siento que asomo la cabeza a un mundo de adultos, aunque mi cuerpo se esté preparando para disfrutar de un verano de críos ("el mejor de mi vida" según nueve de cada diez universitarios).
Supongo que mis expectativas ser verán frustradas, pero shhhh, no quiero que me chaféis la decepción. Forma parte de la siguiente etapa, y la quiero asumir sin edulcorantes.

Y ¿qué tiene que ver esto con la cita del principio?
Más de lo que parece. Recuerdo el día en el que salieron los listados de admisión de alumnos del que fue mi colegio entre los tres y los doce años. Yo ya sabía leer, y mis padres me llevaron a buscar mi nombre en esos folios.
Junto a mi nombre, leí "DEFINITIVA", una palabra que aún no entendía ni pronunciaba del todo bien, pero que en seguida asocié con un simple "Sí, vas a este cole". En eso he sido un poco atípica; yo tenía ganas de ir. Me recuerdo en el trayecto de vuelta a casa, gritando "ESTOY DEFINITIVA, ESTOY DEFINITIVA".

Y ayer, cuando de nuevo junto a mi nombre leí "APTA", me sentí del mismo modo. Fue ahí donde se unieron el principio con el fin. Fue ahí, tras esa etiqueta asignada a mi persona, donde sentí esa felicidad de cerrar un ciclo.

En esta metamorfosis que supone la vida de todos, mi etapa de renacuajo ha sido en Valladolid. Ahora, por ilustrarlo de algún modo, podré estrenar mis recién salidas ancas para ir dando saltos a Salamanca (tierra de otra famosa rana). Y allí empezará otra etapa que espero poder cerrar con la misma felicidad con que cierro esta.

Este verano espero no pisar mucho por casa, pero cuando lo haga, intentaré dedicar al Blog el tiempo que prometí dedicarle. Tengo ideas, y las palabras están volviendo poco a poco a mi cabeza.

Feliz final de primavera :)

jueves, 5 de junio de 2014

domingo, 11 de mayo de 2014

Dos años después, volvemos a los placeres.

Me preguntaste qué pequeños placeres de la vida podría echar de menos cuando ya no pudiese vivirlos.
Y cuando me lo preguntaste, no supe qué contestar. En ese momento tenía muy pocos placeres, fuera cual fuese su tamaño.

Aún no sabía lo que era fumar en la cama, ni me gustaba el café. No echaba la siesta, no me pintaba bien los ojos, no escribía en cursiva. No había oído Shine On You Crazy Diamond en vinilo, no me gustaba la cerveza y las cachimbas me parecían instrumentos diabólicos.

Dormía con sujetador, me pasaba el día en zapatos y no me rascaba la marca de los calcetines. No había escuchado una lira en directo ni me había asomado al borde de un acantilado que podría ser perfectamente el fondo de un cuadro del Romanticismo. No me gustaba verme desnuda, no me gustaba verme. No me atrevía a probar cosas nuevas. No había tenido nunca ningún tipo de experiencia espiritual ni se me había dormido un gato en el regazo.

Nunca había escrito con pluma ni había tenido aún una escena compartiendo el escenario sólo con otra persona. Las escaleras de caracol sólo eran para subir o bajar, y las vías de tren sólo significaban despedidas.


Me preguntaste qué pequeños placeres de la vida echaría de menos cuando aún no éramos "nosotras", y cuando ni tú ni yo podíamos imaginar que lo seríamos.
Me preguntaste qué pequeños placeres de la vida echaría de menos sin saber que todos los anteriores se volverían grandes contigo.

(Que compartas tu cuerpo con el mío es uno de esos placeres tan grandes que no cabe ni en diez listas como esta).

lunes, 5 de mayo de 2014

Sé que dieciocho años no son nada en la vida, mamá. Pero legalmente se me trata como adulta. Por lo menos me gustaría que mi palabra comenzase a contar en casa como lo que es y no como una opinión a destiempo que suelta un niño de cuatro años. Y que se deje de juzgar mi comportamiento como una ficticia "alianza" con papá o con quien sea. Pide trabajo como guionista de culebrones y déjame en paz.
Tomo mis propias decisiones, mamá. Y seguramente muchas sean erróneas, pero al menos deja que me equivoque y no me infravalores antes de que intente dar un paso.
Deja de contestarme "pues no lo pareces" cada vez que te diga que ya soy adulta, porque sueles decirlo cuando lo parezco mucho más que tú, que me llevas treinta y cuatro años.
Deja de decir que me aceptas completamente como soy, porque no tienes ni la más remota idea de lo que me gusta ni de cómo pienso.
Déjame contarte, si tanto te interesa, quién soy ahora y por qué lo soy después de todo.
Deja de jurar que me aceptas con mis gustos, porque no es así y lo sabes. Y preferiría que fueras honesta y me dijeras "me cuesta ver esta tendencia en ti" a que sueltes los comentarios que sueltas como quien no quiere la cosa bajo la máscara de tu infinita tolerancia.
Mis cojones.

Cada vez que me interrumpes y hablas sobre mis palabras, a menudo gritando, me haces perder un poco más las ganas de mantener cualquier relación contigo. He abierto el cajón de mierda muy pocas veces. Y cuando lo he hecho ha bastado un resquicio de éste para que la conversación se volviese en mi contra y me sintiese un ser inhumano.
"¿Cómo vas a pensar eso de tu madre, después de todo lo que ha hecho por ti?

Me has parido, sí. Me has amamantado y alimentado, sí. No te niego que me hayas dado cariño y tiempo.
Pero, cómo te lo habrás montado para que mis recuerdos nítidos más lejanos de ti sean enfadada o histérica. Cómo habrá sido que aún recuerdo ese tiempo que se me hacía eterno sentada en el banco del colegio esperando a que vinieras a buscarme. TRES MINUTOS. TRES PUÑETEROS MINUTOS ES LO QUE HAY DE CASA AL COLEGIO. Y el día que venías a por mí a tiempo, era algo especial y digno de celebración. Recuerdo al director preguntándome dónde estabas y me recuerdo mintiendo: "volviendo del trabajo".

Llega un punto en el que me pregunto si tengo que seguir aguantando esto. Si tengo que seguir perdonando porque eres mi madre. Me has exigido más como hija de lo que tú nunca has dado por la convivencia en casa (y mira que somos pocos). Y estoy harta. Y creo que ya no tengo por qué callármelo, pero aun así lo hago en un intento de ahorrarme tus gritos. Y más ahora, que estoy terminando el curso.

Básicamente esto es el "que te jodan" que no puedo decirte a la cara pero que, seguramente, se vislumbre en mis ojos cada vez que intento hablar contigo como la persona civilizada que no me has enseñado a ser.

Buenas noches.

lunes, 28 de abril de 2014

Se lo dedico al que marcó el "menuda bazofia".

Sumergirse en una espiral sin salida es, en el fondo, inevitable.
La cuestión es tener suerte y caer en la que te gusta. La espiral que deseas que te vuelva loca.
Y llegados a este punto yo no sé si quiero esta espiral, o siquiera si he entrado en alguna. Hasta ese punto llega a nublarme la vista la rutina.

Dios, cómo la odio. Cómo bebe de mí hasta secarme.
Y cómo detesto el cambio, también.

¿Ves? A eso me refiero.

¿Cómo no me va a dar envidia leer lo que otros escriben sobre el caos, aunque sea mentira, si el caos le tengo yo en la sesera? ¿Cómo no voy a arrugar el hocico cuando habláis, si a mí ya no me salen palabras lógicas cuando quiero decir qué me pasa?

¿Cómo no voy a dormir (con suerte) dos horas diarias, si no tengo nada que descansar?

Y luego viene el inocente comentario de mi querida madre: "Si ya sé yo que a ti te gustan más las humanidades". A buenas horas, mangas verdes.
A la mierda, ¿qué estoy haciendo?

Me basta así

Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
                                entonces,

si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
                    Oigo
constelaciones: existes.
                        Creo en ti.
                                    Eres.
                                          Me basta).

-Ángel González, Palabra sobre palabra.

jueves, 24 de abril de 2014

Test de incredulidad: descubre qué persona has sido en los últimos años.

De algún modo aún me sorprende responder a preguntas diseñadas precisamente para encasillar mi forma de ser en líneas generales, y observar que el resultado se aproxima a la realidad.

¿Acaso creo que contestaré mal a mis propias cuestiones? ¿O es que desconfío de que una máquina escuche mis respuestas?

Leo los resultados de los tests de personalidad como si fueran un horóscopo. Soy escéptica, lo admito. El problema es que serlo en el segundo ejemplo es normal, pero serlo en el primero, no.

Esto me hace plantearme que quizá mis relaciones sociales hasta ahora hayan sido una mierda: o yo estoy tan acostumbrada a mentir sobre mí que ya no creo que lo haga, o lo habitual es que mi interlocutor reciba mis palabras como quien escucha el hilo musical de un ascensor de hotel.

Deprimente, sea cual sea la verdad. O tal vez sean las dos.
En cuyo caso es aún más deprimente.

Feliz jueves.

jueves, 17 de abril de 2014

¿Por qué vuelves, Helena?
¿Por qué ni siquiera dejas que se me caigan las lágrimas?
¿Por qué me haces esto ahora?

Os juro que me sale sola.

Ella dice que no tiene manías, pero guarda cada día en billetes de tren.
Viana-Valladolid, Café-Cigarro, Beso-Andén.
Dice que nunca se peina, pero cómo se coloca los rizos sin darse cuenta.
Que no se arregla, aunque huela a ella y a Febrero de hace dos años.
Me miente sin enterarse cuando me dice que estoy muy guapa
sin querer verse por un momento como la miro cuando me habla.

Me rima sin querer. Aunque sea en asonante y sin métrica definida, así es ella.

domingo, 13 de abril de 2014

Son ellas.



"Soñó que era un licántropo
y que su corazón estaba lleno de luz cristalina"

Eso rezaba la tumba de su padre.

Ella había nacido con los mismos ojos azules, la misma luz en el corazón. Las mismas voces en la cabeza.
Su padre era esquizofrénico.
Pero no era culpa de él, le decían a ella sus voces. No. La culpa era de ella. Eso le decían..

No, su pobre padre no tenía la culpa de no poder estar ahí. No, su padre no.
Ella era quien no supo cuidarle.
Ella no era suficiente, le decían sus voces. Eso le decían.
Ella era vulnerable. Eso decían.

Con los pies tan fríos como la piedra de la lápida, comenzó a recordar.
Las manos de él, la cara de su padre.
Pero ese otro hombre...¿quién era?
No, él no tenía tampoco la culpa. Ella le provocó.
Le quemó con la llama que crecía en ella.
Era su culpa, le decían sus voces. Eso le decían.

Este hombre sí que la trataba como un padre. La protegía, la cuidaba, la acariciaba...
Pero ¡pobre muchacho! él sí que era un licántropo.
Él sufría y tenía que hacerla daño, porque ella era la luna llena.
Ella era la luna, le decían sus voces. Eso le decían.

Y entonces él se transformaba y entraba en su cuerpo como un montón de balas.
Pero no era su culpa, pobre lobo. Pobre criatura.
Eso se decía.
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Esta canción parece inofensiva -aunque tal vez algo inquietante- a simple vista. He querido ponerla aquí y hacer con ella un relato basado en su letra, porque realmente trata el caso de una violación. El personaje que canta la letra es una chica que ha crecido sin el amor de su padre (pues este padecía esquizofrenia). Evidentemente él no tiene la culpa de su enfermedad, pero ella no se valora, no se quiere. Y esta espiral de autodestrucción la lleva a entrar en un vínculo peligroso con un hombre que se aprovecha de ella. Su inexistente autoestima le genera sentimiento de culpa. Se siente una puta, hablando en plata, a pesar de que la culpa es únicamente del hombre que la ha violado.

Lamentablemente este sentimiento se da en muchas mujeres que han sido violadas. Así hemos conseguido que se sienta una mujer a la que han utilizado: como si fuera ella quien provoca.
Y no apelaré sólo a los hombres, porque cada vez me sorprende más el elevado número de mujeres machistas que aún hoy existen. A menudo somos nosotras nuestras mayores enemigas.
El enemigo es el machismo, no el hombre.

Y en fin, sólo quería invitar a la reflexión. A veces es necesario tratar estos temas directamente.

Buenas noches.

jueves, 10 de abril de 2014

Meh.

El hecho de que sienta esta necesidad por escribir aunque no sepa muy bien el qué, no es buena señal.
Ni siquiera tengo ganas de escribirlo en palabras bonitas, porque no las siento así. Y porque esto no es bonito.
Los días parecen de mentira, raros, un trampantojo. Me abruma la sensación de que, de pronto, me apoyaré en una pared y caerán el decorado y los micrófonos peludos. Ojalá al menos fuera así, un show de Truman.
Pero no, lo cierto es que iba en serio. Las paredes no se caen sino hacia mí, encerrándome. Me paso los días moviéndome entre bibliotecas y dramatecas, porque eso es mi casa.
¿Para qué inventarme cuentos? No quiero esquemas de "presentación-nudo-desenlace". No. Esto es nudo, nudo, nudo, nudo, nudo, ahorcado.

Hablando de nudos y gargantas, vivo con el miedo a que una canción me arranque las lágrimas -que están ahí, las noto- y mi madre me pida algo desde el salón. Y me las aguante, las trague (si la cuerda las deja pasar), porque si me preguntase qué me pasa, no tendría nada que decirle.
Y de tenerlo, no querría hacerlo.

miércoles, 9 de abril de 2014

Estoy en racha.

*En mala racha.

Y bueno, es de esas cosas que en algún momento tenía que pasarme y ser escrita en mi pantalla tras una línea parpadeante.
Supongo que el desgaste físico, la rutina, la presión y el miedo a la avalancha de exámenes han podido conmigo. Yo que sé. Se me queda en el paladar un saborcillo a decir estupideces cada vez que abro la boca.
Papá y mamá no ayudan.
La nicotina consuela por encima de lo que me gustaría reconocer.
Y así todo.

Últimamente lo escribo todo en renglones separados. Qué cosas.

Y el espejo está especialmente cabrón, volviendo a lo de antes. No conectamos. Kilos aparte, el cansancio se acumula y tengo la mirada vacía, el pelo rebelde y un gesto amorfo. Las tetas siguen como siempre, al menos.

Yo debería estar estudiando.
Lo siento.

Un detalle.

He dejado de poner etiquetas a mis entradas.

Pican.
A mi mamá, con cariño:

Gracias por hacer de tus traumas mis temores.



jueves, 27 de marzo de 2014

Y al final todo se reduce a que no encuentro las llaves de casa.

Menos de setenta metros cuadrados que se me antojan como hectáreas de aire que huele a viejo. Si al menos mi comedor fuera grande no extrañarían los metros de distancia que nos separan en la mesa. Metros que se miden en gritos, copas de vino y gramos de nicotina.
 Y el pasillo que tantos miedos me provocó de pequeña sigue jugando con mi cordura. Se alarga, se alarga, se alarga...como en una mala pesadilla en la que jamás alcanzo a tocar la puerta.

Las crías de pájaro no aprenden a volar si se le pone techo a los nidos.

Y así un día, y otro día, y otro día...

Despiertas, tropiezas, recoges las piezas.
¡Venga!, vas tarde. Recoge, no llegas.
Pasillo alargado que encierra,
te entierra.
Suspiras -¿las llaves?-
Qué día de mierda.

lunes, 17 de marzo de 2014

Camarero, hay un trébol en mi cerveza.

Hace un año estaba en Irlanda, la verde Irlanda.
Era un maldito viaje con el instituto, una semana. Siete días y me enamoré de Dublín.

Es una sensación extraña pero placentera. De repente me sentía más de allí que de aquí, como si mis pulmones estuvieran hechos para ese aire húmedo y frío, (tanto, que te hace tiritar las ideas dentro de la cabeza al inhalarlo). Hasta el suelo parecía agarrarme los pies a cada paso.

Irónicamente, nunca me ha gustado especialmente el color verde. Pero allí todo es del verde más verde que he visto nunca, y es precioso.
Dublín es la ciudad de mis sinestesias: el aire huele a agua, y el agua huele a frío, y ese verde San Patricio sabe tanto a hierba que me cuesta escribirlo.

La gente, la Guinness, las canciones que suenan en cada calle, los tréboles y los leprechauns. El sonido del gaélico y el dulce acento con el que les sale el inglés a los risueños irlandeses (no había tanto pelirrojo, es todo mentira. Son rubios, rubios). El museo de Historia Natural, los cuervos, Molly Malone y el escote que debió de enamorar a tantos dublineses que ahora tiene una estatua delante del Trinity College. Los acantilados, tan rectos que parecen recortados por gigantes con precisión milimétrica, y el agua (que será lo único que no es verde en ese país) chocando enfurecida, mezclando el batir de las olas con el sonido de la lira que un artista está tocando subido a una roca.
Allí, pedir una cerveza "del tiempo" te garantiza que estará más fría que pidiéndola fresca.

No, no. Yo no estoy poética esta noche. Irlanda es así.

Por unos días me sentí en el sitio adecuado y en el momento adecuado. Nada salvo el pelo rubio y un padre de ojos verdes parece indicar que mis raíces sean celtas, ni nórdicas, ni nada por el estilo. Más bien todo lo contrario. Pero la sensación de hogar, de amar un terruño, de identificarse con una porción del planeta...sólo la tengo cuanto más al norte me dirijo, y en Irlanda como en ninguna otra parte.

Creo que uno de los recuerdos más felices que tengo es el de amanecer nevando el día de San Patricio, en una casa irlandesa con unos desayunos en los que la leche sabía de verdad a leche y una gata (esta sí) pelirroja pidiéndome parte de mis galletas.
Y hoy, un año después, desearía con todas mis fuerzas volver allí, volver con ella o con mis amigos, incluso vivir allí durante un tiempo. Allí me sentía más Blanca que nunca.

Crónaím thú, Eire.

lunes, 10 de marzo de 2014

Hoy he estado dando un repaso a la historia de este Blog.

Cielos, era muy pequeña cuando lo empecé (tanto, que lo sigo siendo ahora). Eso explica que la mayoría de entradas hayan generado en mí cierta compasión. Se me ocurren varios comentarios jocosos.

Lo cierto es que escribía lo que otros querían que escribiera, a veces. Los comentarios cursis vacíos que tanto critico y que abundan en las redes sociales están dispersos por varias de mis entradas. Las únicas aportaciones que no me traen malos sentimientos son las que escribí cuando ya no podía más, en un acto desesperado por contarle a algo lo que no podía contar a un "alguien". Y no es que haya tenido una adolescencia tremenda ni terrible. Ha sido como las de otros muchos, pero supongo que no supe canalizar mis emociones fuera de este cuadrado en algún lugar de la inmensa red.

Y por eso no estoy borrando nada de lo que leo, me guste o no. Aunque para mis adentros piense "Menuda estúpida eras", no tiene sentido que lo haga desaparecer. Fui así, me pasaron esas cosas y decidí redactarlas de ese modo. Tiene su encanto hacer estas retrospectivas de vez en cuando.

Al fin y al cabo, en otros tres años, si esto sigue aquí, volveré a pensar que era una estúpida mientras leo estas mismas líneas.

Y es lo que me gusta de tener estos cachitos de mí dispersos en una página. Aunque así los vuelva susceptibles de crítica, son los fragmentos que me componen y que en algún momento me compusieron. Y si ahora estoy orgullosa de mí, sería muy tonto querer borrar lo anterior, como si no hubiera habido una evolución ni un crecimiento.

No sé qué hacéis leyendo esto, si es que seguís ahí.

Pero es de esas cosas que, nuevamente, necesitas ver plasmadas para que se ordenen en la cabeza.

Buenas tardes.

domingo, 2 de marzo de 2014

Si tuviera superpoderes no salvaría tu mundo.

Bastante tendría con el mío.

Y en cierta forma, puedo decir que ya los tengo. ¿O acaso era fácil llegar hasta aquí? No sé, pero ya no me apetece dirigirlos hacia los demás. Voy a conseguir lo que quiero, tened esto por seguro.

¿Cuándo? ¿Cómo? ¿De qué color será mi capa? ¿Voy a ser de las que llevan la ropa interior por fuera de las mallas?

Y yo sólo pienso, ¿qué importa?

De verdad me siento capaz. Es algo increíble que siento ahora por primera vez en toda mi vida (que no es mucho, pero tampoco poco. Poco a poco). Me siento fuerte. Y tengo unas ganas tremendas de abrir las ventanas y ver mi propia vida al otro lado. "Salir del nido", lo llaman.
No me suelen gustar las metáforas con plumíferos implicados.

Prometo que no habrá ningún animal herido en el proceso, pero Blanca va a abrir las alas (o la capa, o la mochila con cohetes, o lo que sea) y a dejar de sentir las ramitas bajo sus pequeños pies. Mi momento se acerca, o yo me acerco a él. Este es EL AÑO, y tengo que cerrar esta etapa por todo lo alto.

Me he cansado de pensar en mi infancia y la primera parte de mi adolescencia como un nudo en el estómago constante y como el eco de varios "espera", "no", "no lo intentes" que yo misma me repetía. La satisfacción con lo que soy sabe demasiado bien como para dejar la mitad en el plato. No espero que nadie intente pararme, pero que tenga por seguro que no podrá conseguirlo. Tal vez mis aspiraciones no sean tan altas como cabría esperar, pero son las mías. Al fin y al cabo, el mundo en este momento tampoco promete mucho más, ¿no?
Soy como quiero ser. Como me gusta ser. Como jamás hubiera imaginado que sería. Mirarme al espejo ya no da miedo. Oírme en grabaciones ya no me da vergüenza. Verme en fotos ya no resulta tan extraño.
Y no pretendo hacer de esto un espectáculo ni oír aplausos al final. Cada persona en el mundo debería vivir esto mismo.
Soy por y para mí. Enteramente. Y nadie volverá a arrancarme de mí misma.

No me deseéis suerte, espero no necesitarla nunca más. La suerte, para los que echen la quiniela y vivan en el casino.
Yo ya he hecho mi apuesta.

sábado, 15 de febrero de 2014

Creo que esto se llama crítica.


"Castilla miserable, ayer dominadora,envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora."                                       -A. Machado.


Parece mentira que las mismas calles que llevo dieciocho años recorriendo se vean ahora como un laberinto sin salida.
No la encuentro por ninguna parte, e ir desenrollando el ovillo no vale de nada: yo nací en esta trampa. Recorrer el camino del hilo de lana sólo me haría retroceder hasta el centro, hasta el lio más lioso.

Esta ciudad es mediocre hasta para ser gris. Es de un gris feo, un gris humo, gris sucio. Y aunque esté mal que yo lo diga, me canso de ser tan Blanca entre tanto alquitrán.

La mayoría de sus habitantes son transparentes, maleables y finos. El ambiente les engulle y viven para pisotear el hilo de otros Teseos, porque no tienen ni siquiera el orgullo propio de buscar por su cuenta la salida. No, no. Saben que morirán en esta red de "casis". Es mucho más fácil y gratificante interrumpir el avance de los demás que reconocer el fracaso propio.

Yo no soy Teseo, y no hay una Ariadna esperándome fuera. Mi Ariadna particular también está perdida entre bloques de hormigón y paredes de "no puedes hacer esto", "eres muy pequeña para aquello", "deberías madurar y ser más no-se-cómo".

Y aquí seguimos, vagando sobre adoquines que se sueltan y te escupen los charcos de ayer sobre las piernas y sobre el alma. Se nos pudre poco a poco, señores; Castilla la Vieja está agonizante. Y nosotros, los "jóvenes maleducados", los "mocosos que deberían haber vivido una guerra", los siguientes, los últimos...
Nosotros estamos encerrados en la fortaleza más vieja, dura y cabezota de la meseta.

Ni Cid, ni imperio, ni reyes que se dijeron católicos cuando querían decir caóticos. Ni comuneros, ni caballeros. Leyendas.
Sólo leyendas de un secarral que siempre ha sido penoso, porque ni a triste podía llegar.

Ancha es Castilla.
Y estrechas vuestras molleras.


He dicho.

lunes, 3 de febrero de 2014

Dejadme quererla a solas, soy casi toda suya.

Cómo das vueltas al café,
mientras nos hipnotizas
a ambos
justo antes de bebernos.

Cuándo abrí la cerradura,
que (aunque fuera de Pandora)
yo he decidido
tragarme la llave.

Dónde termina tu magia,
pues yo diría que tras los rizos
ya no cabe más alma
ni más quererte.

Quién te enseñó a besar
para que lo conviertas en arte,
y a mí en aprendiz,
y al resto en parodia.

Qué tiene tu voz
con mi estómago,
que se alían y me traen
las dichosas mariposas.

Por qué me sales al escribir,
por qué al dibujar,
o al soñar.
Por qué no vienes esta noche.


sábado, 25 de enero de 2014

18

En cosa de cuatro horas, un rectangulito de plástico con mi foto me servirá para demostrar que soy adulta. O algo así.

¿Qué tendré mañana que no tenga hoy? Nada. Seré la misma Blanca, con los mismos exámenes y el pelo igual de bonito -no tengo abuela, recuerden-.

Pero no soy la misma Blanca que cuando Blanca empezó. Algo evidente, pero tenía que hacer balance.
La niña reflexiva y perezosa se ha vuelto una mujer algo más espontánea y decidida. Puedo decir que hice el proceso al revés: me he vuelto extrovertida con el paso de los años. He ganado "frescura".

Soy todo lo contrario a lo que imaginé que sería cuando tenía diez años menos. Pero puedo asegurar que si mi yo de hace diez años me hubiera visto ahora por un agujerito, le hubiera gustado.

Ni tengo novio, ni voy a ser profesora, ni me he teñido de negro, ni me he hecho rizos permanentes. Sigo sin tener perro y sin saber hacer la voltereta lateral. Nunca he tenido una bici, y aún me caigo de los tacones.

Tengo una novia preciosa, voy por ciencias, oigo rock y sigo durmiendo con calcetines. Ahora escribo en cursiva y sin agujerear el papel. Y me he negado a llevar lentillas. El lunar en el muslo derecho aún no se ha cansado de mí.

Si de algo estoy segura, es que la Blanca de hace 10 años hubiera odiado mis enes. Las hago como us. COMO US. ¿Sabéis lo mucho que me ha repateado eso siempre?

Y en fin, que este año es EL año.
La mayoría de edad sólo es un símbolo de todo lo que ocurrirá.
Con una especie de nudo agridulce en la garganta, he de despedirme para siempre de la infancia y asumir que soy una adulta con responsabilidades. Con humor y locura siempre, pero responsabilidades. Este año he de demostrarme a mí misma todo lo que he aprendido en los últimos dieciocho años, y no sé si me puede el miedo o las ganas.

Sea como sea, Blanca mayor recuerda con cariño a Blanca pequeña. Y Blanca pequeña admira desde el pasado a Blanca mayor. Aún tienen mucho que aprender la una de la otra antes de olvidarse.

Seguiremos informando.

lunes, 13 de enero de 2014

Se me salen las palabras por las yemas de los dedos
antes de que terminen de formarse en mi cabeza.
Se escapan.
Huyen sin que me de tiempo a






escribirlas.




¿Ves? Todas se alejan de mí.

Lo siento, lo siento. Vuelvan a sus casas y cierren las puertas.
Palabras ex convictas campan a sus anchas.
De esas que apuñalan, roban y violan.

Yo tendría miedo, ahora en serio.
Se me está colando Blanca entre las letras del teclado.
Necesito subir a un escenario en el que poder dejar el drama que me sale por los poros, que no es poco.
¿Y ahora qué me pasa?
Supongo que las dos máscaras se alternan.
Tragedia más tiempo es igual a comedia, dicen.
O al revés.

El caso es que soy un personaje sin líneas, o unas líneas sin actor, o un actor sin caracterización.
Siempre me falta algo.
¿Y ahora qué es?
Si el patio de butacas está lleno, las luces encendidas, el telón a punto de abrirse...
¿Miedo escénico?

Mucha mierda.

Todo son preguntas sin ninguna relación en mi cabeza. Y preguntas que no sirven de nada.
Creo que vuelvo a perderme en mí misma de una manera que no controlo. Serán las crisis existenciales, será que tengo la regla, será que no me dan los suficientes abrazos.

De todas maneras, ¿qué hago aquí? Contando esto, quiero decir.
¿Soy la directora de la obra o soy ese niño que siempre hace de árbol en la función del cole?
A lo mejor me creo la protagonista en una historia en la que solo aspiro a piedra.
Tal vez me estén modelando más de lo que quiero creer.

Y ahora, a estudiar.

martes, 7 de enero de 2014

Todo se des...          
                         mo...
                                   r,,
                                      .      on..
                           
                                                 ....                a.

Muy lento.
Pieza a pieza.
Como a mí siempre me ha gustado.
Por el mero placer de que una mota de polvo en el engranaje justo haga activar la maquinaria, y a los ojos se les caigan cachitos de mar. Y me resbalen por las mejillas, tibios, sin freno. Me gustan porque se enfrían al bajar por la piel helada mientras, poco a poco, desaparecen.
Sólo por el gusto de llorar delante de alguien que te pregunte "¿Qué te pasa? ¿Estás bien?", con la consiguiente y gratificante negación. Me gusta encerrarme.
El masoquismo y la tortura con una pizca de victimismo.

Duele.

Y empiezo a pensar que es mi forma de ser, que no puedo hacer nada contra ella por más que ponga capas de otra cosa encima. Siempre seré la niña insegura y débil que se retira a su esquina a ver su propia caída una y otra vez.

Hoy se me ha roto un espejo en las manos y se me ha quedado una esquirla clavada.
Si no fuera por mi poca espiritualidad, tenía que haberlo tomado como señal.

Porque todo
se está
rompiendo.

Con siete años de mala suerte, dicen.
Seguiremos informando.