jueves, 14 de agosto de 2014

Trenes

No deja de ser irónico que me digas esto en un tren que lleva a Salamanca. Como tú y yo.
Tal vez toda nuestra relación esté más ligada a los trenes de lo que parece. Mis primeros recuerdos contigo son en estaciones y son de despedidas, y ayer pareció que la gran despedida llegaba para las dos en un mismo vagón.
Curioso.

No me gusta pensar que te me estás escurriendo entre los dedos porque no he sabido cerrar el puño a tiempo. Me da miedo haber jodido las cosas por descuidarte. Me da miedo no gustarte. No sé, entiéndeme.
Yo aún estoy enamorada de ti y tiemblo por dentro cuando me das un abrazo. Sé que puedo vivir sin ti, pero sencillamente no quiero hacerlo todavía.

Siento que lo que soy ahora lo soy gracias a lo que he vivido contigo. Creo que aún no es el momento de parar, de verdad que pienso que aún no hemos agotado las posibilidades y que nos quedan al menos un par de experiencias por pasar juntas. Hemos crecido mucho estos dos últimos años, y al menos en mi caso, la motivación era llegar a donde estoy ahora. A punto de empezar nuestra vida.

Son dos años repitiendo que todo el esfuerzo merecía la pena porque me llevaría a despertarme a tu lado por las mañanas y a estudiar lo que nos apasiona a ambas. Son dos años pensando "cada día que pasa es un día menos para Salamanca". Son dos años de trabajo que aún así me han sabido a gloria porque los he pasado contigo.

Y ahora, a las puertas del cielo, éstas se me cierran en la cara y me dejan el regusto a que la culpa es mía.

Y lo peor es que mi mayor deseo es que tú seas feliz, porque te quiero y porque lo mereces, y ahora temo que yo no puedo conseguirlo.

Cruzo los dedos.

Te quiero.

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