Quédate ahí.
Ahí, justo donde estás, con esa cara de confusión.
Deja que mastique este momento, que se me pegue a los dientes y coja manía a su sabor.
Espera.
No me preguntes; pienso decirte que no pasa nada.
¿No era ese el juego?
No me dices qué piensas, no te digo qué me ocurre.
Admítelo, pronuncia ya lo que sé que estás pensando. Ten valor.
Dímelo o no me preguntes.
Porque seguirá sin pasarme nada.
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