jueves, 27 de marzo de 2014

Y al final todo se reduce a que no encuentro las llaves de casa.

Menos de setenta metros cuadrados que se me antojan como hectáreas de aire que huele a viejo. Si al menos mi comedor fuera grande no extrañarían los metros de distancia que nos separan en la mesa. Metros que se miden en gritos, copas de vino y gramos de nicotina.
 Y el pasillo que tantos miedos me provocó de pequeña sigue jugando con mi cordura. Se alarga, se alarga, se alarga...como en una mala pesadilla en la que jamás alcanzo a tocar la puerta.

Las crías de pájaro no aprenden a volar si se le pone techo a los nidos.

Y así un día, y otro día, y otro día...

Despiertas, tropiezas, recoges las piezas.
¡Venga!, vas tarde. Recoge, no llegas.
Pasillo alargado que encierra,
te entierra.
Suspiras -¿las llaves?-
Qué día de mierda.

lunes, 17 de marzo de 2014

Camarero, hay un trébol en mi cerveza.

Hace un año estaba en Irlanda, la verde Irlanda.
Era un maldito viaje con el instituto, una semana. Siete días y me enamoré de Dublín.

Es una sensación extraña pero placentera. De repente me sentía más de allí que de aquí, como si mis pulmones estuvieran hechos para ese aire húmedo y frío, (tanto, que te hace tiritar las ideas dentro de la cabeza al inhalarlo). Hasta el suelo parecía agarrarme los pies a cada paso.

Irónicamente, nunca me ha gustado especialmente el color verde. Pero allí todo es del verde más verde que he visto nunca, y es precioso.
Dublín es la ciudad de mis sinestesias: el aire huele a agua, y el agua huele a frío, y ese verde San Patricio sabe tanto a hierba que me cuesta escribirlo.

La gente, la Guinness, las canciones que suenan en cada calle, los tréboles y los leprechauns. El sonido del gaélico y el dulce acento con el que les sale el inglés a los risueños irlandeses (no había tanto pelirrojo, es todo mentira. Son rubios, rubios). El museo de Historia Natural, los cuervos, Molly Malone y el escote que debió de enamorar a tantos dublineses que ahora tiene una estatua delante del Trinity College. Los acantilados, tan rectos que parecen recortados por gigantes con precisión milimétrica, y el agua (que será lo único que no es verde en ese país) chocando enfurecida, mezclando el batir de las olas con el sonido de la lira que un artista está tocando subido a una roca.
Allí, pedir una cerveza "del tiempo" te garantiza que estará más fría que pidiéndola fresca.

No, no. Yo no estoy poética esta noche. Irlanda es así.

Por unos días me sentí en el sitio adecuado y en el momento adecuado. Nada salvo el pelo rubio y un padre de ojos verdes parece indicar que mis raíces sean celtas, ni nórdicas, ni nada por el estilo. Más bien todo lo contrario. Pero la sensación de hogar, de amar un terruño, de identificarse con una porción del planeta...sólo la tengo cuanto más al norte me dirijo, y en Irlanda como en ninguna otra parte.

Creo que uno de los recuerdos más felices que tengo es el de amanecer nevando el día de San Patricio, en una casa irlandesa con unos desayunos en los que la leche sabía de verdad a leche y una gata (esta sí) pelirroja pidiéndome parte de mis galletas.
Y hoy, un año después, desearía con todas mis fuerzas volver allí, volver con ella o con mis amigos, incluso vivir allí durante un tiempo. Allí me sentía más Blanca que nunca.

Crónaím thú, Eire.

lunes, 10 de marzo de 2014

Hoy he estado dando un repaso a la historia de este Blog.

Cielos, era muy pequeña cuando lo empecé (tanto, que lo sigo siendo ahora). Eso explica que la mayoría de entradas hayan generado en mí cierta compasión. Se me ocurren varios comentarios jocosos.

Lo cierto es que escribía lo que otros querían que escribiera, a veces. Los comentarios cursis vacíos que tanto critico y que abundan en las redes sociales están dispersos por varias de mis entradas. Las únicas aportaciones que no me traen malos sentimientos son las que escribí cuando ya no podía más, en un acto desesperado por contarle a algo lo que no podía contar a un "alguien". Y no es que haya tenido una adolescencia tremenda ni terrible. Ha sido como las de otros muchos, pero supongo que no supe canalizar mis emociones fuera de este cuadrado en algún lugar de la inmensa red.

Y por eso no estoy borrando nada de lo que leo, me guste o no. Aunque para mis adentros piense "Menuda estúpida eras", no tiene sentido que lo haga desaparecer. Fui así, me pasaron esas cosas y decidí redactarlas de ese modo. Tiene su encanto hacer estas retrospectivas de vez en cuando.

Al fin y al cabo, en otros tres años, si esto sigue aquí, volveré a pensar que era una estúpida mientras leo estas mismas líneas.

Y es lo que me gusta de tener estos cachitos de mí dispersos en una página. Aunque así los vuelva susceptibles de crítica, son los fragmentos que me componen y que en algún momento me compusieron. Y si ahora estoy orgullosa de mí, sería muy tonto querer borrar lo anterior, como si no hubiera habido una evolución ni un crecimiento.

No sé qué hacéis leyendo esto, si es que seguís ahí.

Pero es de esas cosas que, nuevamente, necesitas ver plasmadas para que se ordenen en la cabeza.

Buenas tardes.

domingo, 2 de marzo de 2014

Si tuviera superpoderes no salvaría tu mundo.

Bastante tendría con el mío.

Y en cierta forma, puedo decir que ya los tengo. ¿O acaso era fácil llegar hasta aquí? No sé, pero ya no me apetece dirigirlos hacia los demás. Voy a conseguir lo que quiero, tened esto por seguro.

¿Cuándo? ¿Cómo? ¿De qué color será mi capa? ¿Voy a ser de las que llevan la ropa interior por fuera de las mallas?

Y yo sólo pienso, ¿qué importa?

De verdad me siento capaz. Es algo increíble que siento ahora por primera vez en toda mi vida (que no es mucho, pero tampoco poco. Poco a poco). Me siento fuerte. Y tengo unas ganas tremendas de abrir las ventanas y ver mi propia vida al otro lado. "Salir del nido", lo llaman.
No me suelen gustar las metáforas con plumíferos implicados.

Prometo que no habrá ningún animal herido en el proceso, pero Blanca va a abrir las alas (o la capa, o la mochila con cohetes, o lo que sea) y a dejar de sentir las ramitas bajo sus pequeños pies. Mi momento se acerca, o yo me acerco a él. Este es EL AÑO, y tengo que cerrar esta etapa por todo lo alto.

Me he cansado de pensar en mi infancia y la primera parte de mi adolescencia como un nudo en el estómago constante y como el eco de varios "espera", "no", "no lo intentes" que yo misma me repetía. La satisfacción con lo que soy sabe demasiado bien como para dejar la mitad en el plato. No espero que nadie intente pararme, pero que tenga por seguro que no podrá conseguirlo. Tal vez mis aspiraciones no sean tan altas como cabría esperar, pero son las mías. Al fin y al cabo, el mundo en este momento tampoco promete mucho más, ¿no?
Soy como quiero ser. Como me gusta ser. Como jamás hubiera imaginado que sería. Mirarme al espejo ya no da miedo. Oírme en grabaciones ya no me da vergüenza. Verme en fotos ya no resulta tan extraño.
Y no pretendo hacer de esto un espectáculo ni oír aplausos al final. Cada persona en el mundo debería vivir esto mismo.
Soy por y para mí. Enteramente. Y nadie volverá a arrancarme de mí misma.

No me deseéis suerte, espero no necesitarla nunca más. La suerte, para los que echen la quiniela y vivan en el casino.
Yo ya he hecho mi apuesta.