viernes, 2 de agosto de 2013

Masquerade.

Cada vez más a menudo termino pensando que este mundo es un baile de máscaras.

Necesitamos una cara alternativa a la nuestra para asomarnos al mundo exterior. A veces nuestra máscara nos identifica sinceramente, y otras es el reflejo de lo que en realidad nos gustaría ser. El escudo de nuestras inseguridades o la exhibición de las seguridades, según personas.

¿Qué mas da? Al fin y al cabo, y tristemente, lo primero y único que los invitados al baile verán de ti es lo que tu antifaz deje ver. Te saludarán, posiblemente con una sonrisa, y en ese preciso instante estarán emitiendo un juicio sobre la impresión que les cause la forma de tu disfraz, al igual que tú lo harás sobre el suyo.



Eventualmente, alguien se sentirá abrumado por tu máscara e intentará conocer a lo que hay detrás de ella. Mirará con curiosidad a través de los agujeritos de tu careta intentando buscar tus ojos, para que le den más pistas, para saber más de ti. O tal vez seas tú quien sienta curiosidad por otro.
Y a veces no será correspondido.

Por experiencia os diré que cuanto más pomposa y barroca sea la máscara de alguien, más inseguro suele ser este. Las espirales doradas, las formas imposibles y los colores brillantes esconden a niños con complejos que temen permanentemente mostrar al mundo su verdadero ser, porque hasta el momento les ha ido bien enseñando una cara a los demás que no era la suya.

Me gusta pensar que algún día seré una máscara blanca y neutral, sin expresión. Eso sería buena señal.
Por el momento, sigo teniendo algunas "espirales" en mi disfraz.



Y vuestra máscara ¿cómo es? ¿Cómo querríais que fuera?


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