martes, 26 de junio de 2012

Y su espada nunca conoció a quien hoy pueda contarlo.

Contaba la leyenda de esos pueblos que el más feroz de los guerreros fue mujer. Contaba que quien la pudo ver no la olvidó, y que quien la retó en el campo de Marte nunca volvió para contarlo.

Decían los hombres más bravos que si alguna vez temieron a algo, fue a ella. Escribieron los más sabios que ninguna de sus hazañas podía ser contada con las palabras merecidas.
Decían las mujeres que aun bajo su armadura seguía brillando su belleza. Los niños contaban historias de su espada sin atreverse a emularla en sus juegos siquiera.

Lo cierto es que dicha mujer fue tan mujer tanto armada como desnuda, y tan guerrera en la arena como en la vida. Cuantas heridas le hicieron, se cerraron con el tiempo. Cada cicatriz conoció el óxido de la armadura y el sudor. Cada guerrero que la humilló pudo verse reflejado en sus ojos antes de morir. Cada hombre que se rió de ella por ser mujer pudo ahogar su gesto en la sonrisa desafiante de ella.

Aquellos que intentaron hundirla fueron cubiertos por su sombra. Pero ella nunca dijo una palabra. Nunca miró atrás salvo para aprender de lo que hizo, y sólo miró hacia delante para marcarse el siguiente objetivo.
Ella no era especialmente fuerte en sus brazos o en sus piernas, sus ojos no eran azules, su pelo no era limpio y rubio como el oro. Sus piel, marcada por las heridas no era ni mucho menos blanca y lisa como la porcelana. Pero era deslumbrante su hermosura, era algo visible incluso para un ciego.

Y desde luego era fuerte de corazón pese a ser lo único de ella que nunca cubrió la armadura. Cada lágrima que otros hicieron que cayera por sus mejillas sirvió de antídoto para su sangre envenenada. Cada rechinar de dientes por la pena le supo al final dulce cuando llegaba la alegría.

Cuenta la leyenda que simplemente un día se fue y nadie supo más de ella.

2 comentarios:

Deja tu comentario :)
Se aceptan críticas, sobornos, mensajes de apoyo y tomatazos.