domingo, 25 de noviembre de 2012

Cuento surrealista, no me lo tengáis en cuenta.

"Lo peor es el recuerdo de ese momento, esos segundos, en los que todo era alivio.
No es natural desear el fin.
Suena y es macabro, pero esa serenidad ha sido tal vez la más pura de mi...vida."

Simplemente todo se evaporaba.
La vida dejaba de entrar en la niña y no llegaba. Simplemente se quedaba dormida. Se iba con ella.
Se fundía, Se deshacía. Des-estaba. Des-era.
La barrera que le aislaba la protegía.
Esos segundos de serenidad, esa perfección, ese equilibrio...esa...felicidad.
No deja de ser triste.

Y entonces sus caras se reflejaron en las ideas de la niña. Y todo dejó de tener sentido. Todo cayó como un jarro de agua fría.
Y ni siquiera la barrera podía protegerla.
Los malos llegaban a todas partes.
No le dejaban irse.
La vida quiso entrar para que pudiera seguir doliendo. Y no podía.
Así que la niña rompió la barrera con sus pequeñas manos. Y dolió.
Cada poro de su piel, cada célula. Dolió durante días. Semanas.
Igual que le había estado doliendo durante meses.

Porque sus ojos sólo miraban a donde apuntaban todos los focos. Pero en la oscuridad estaba la clave.
Y lo estuvo siempre.
Si sólo lo hubiera visto antes...

Dejó que esa engañosa felicidad la invadiera porque era la única forma de que los ojos de su príncipe se fijasen en ella. Porque era la única forma de que los focos que sí la señalaban se sintieran culpables de cegarla.
Y mientras tanto la oscuridad seguía dándole la mano, pero ella no lo notaba, porque le daba miedo la oscuridad.

La niña quería ahogarse en charcos, tropezar en azoteas. Ya no le daba miedo la sangre por derramar, sino la derramada. Vivía encerrada en la vida pasada y en el cuerpo de otro. Y ningún príncipe la rescataba.

Y la oscuridad seguía abrazándola. La quería de verdad.
Pero a la niña le daba miedo la oscuridad.
La oscuridad era su sombra.
Porque cuanto más se acercaba la niña a la luz, más grande era su sombra.
Pero a la niña le daba miedo la oscuridad.
El príncipe sólo quería jugar con las muñecas de la niña.
Pero a la niña le daba miedo la oscuridad.
Los focos quemaban al acercarse, pero estaban tan lejos aún...
Pero a la niña le daba miedo la oscuridad.

Así que se volvió loca.

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