domingo, 27 de noviembre de 2011

Tener una depresión de hormiga.

De nuevo una entrada curiosa/chorra, porque me temo que estos días me voy a poner filosófica y no quiero aburrir. Ojalá os entretenga este domingo :)

Y es que voy a hablar de hormigas. Sí, de hormigas. A menudo nos olvidamos de ellas, las pisamos y cerramos las entradas a sus hormigueros. Puede incluso que las fumiguemos con insecticida, las torturemos y las echemos cruelmente de nuestra comida (pobrecitas D:)

Pues que sepáis, crueles y sádicos lectores, que las hormigas tienen sentimientos ¿vale? En los apenas 6 milímetros que puede llegar a medir una hormiga normal, cabe un corazoncito con sentimientos. Las pobres van aguantando, luchando para que no les quite la comida una cigarra abusona. Cargan con pesos increíbles...

Las hormigas también se hacen fotos artísticas al atardecer y las suben a sus tuentis. Está científicamente demostrado. De hecho, 9 de cada 10 hormigas lo hacen. La décima no tiene cámara.

Pero llega un momento en sus vidas en el que las pobres no pueden aguantar más y...SE SUICIDAN.
(Vale, ahora en serio. Todo lo dicho a partir de que cierre el paréntesis es cierto)

Obviamente el concepto de suicidio no existe para una hormiga. Llamémoslo mejor "muerte por error de ingeniería de caminos"

Al parecer, las hormigas se comunican y se guían entre sí mediante el olor de sus feromonas. Con distintos códigos olorosos pueden transmitirse distintos mensajes básicos. Una de las hormigas del hormiguero es la encargada de guiar al resto cuando van a buscar comida, y es quien segrega dichas feromonas.
Pero errar es de hormigas, y a veces dichas hormigas guías se pierden.
¿Y qué pasa entonces?

Pues...más o menos esto:


La hormiga guía pierde el rumbo y comienza a caminar en círculos, de tal forma que todas las hormigas la siguen formando la llamada "espiral de la muerte". Incluso puede llegar a haber casi un hormiguero entero en una de estas espirales.
El primero en darse cuenta de esto fue Charles William Beebe, que en 1921 llegó a ver una espiral de 200 y pico metros de longitud. Para que os hagáis una idea, cada hormiga tardaba más de dos horas en recorrer la espiral completa.

Y claro, teniendo en cuenta que el recorrido puede repetirse durante días, las hormigas comienzan a morir por agotamiento una tras otra.

Este hecho tan terrible y espantoso puede terminar si por coincidencias de la vida, algo interrumpe la espiral (qué se yo, un palito que cae en mitad del recorrido). Se ha comprobado que al romper el recorrido, las hormigas terminan encontrando el camino a casa y vuelven como si nada.

(De nuevo se demuestra lo de las fotografías
 artísticas ante una puesta de sol)
-Cariño, ¿qué tal hoy en el trabajo?
+Ufff...pa' haberse matao' Maripuri, pa' haberse matao'.
El gilipollas de turno se ha perdido y nos ha tenido dos horas
dando vueltas como idiotas. Si no llega a ser por un escarabajo
que ha pasado por el medio no lo cuento...
-¡Ay Pepe por Dios, no digas cosas!

Aunque bien pensado, tampoco está mal ese sentimiento de grupo de "muramos con honor y todos juntos" que en los humanos sólo se da en culturas como la japonesa (cómo no) y en sectas como la de la Batamanta (double "cómo no" combo).
Quiero decir, que si las hormigas al perderse en vez de hacer círculos se desperdigaran por ahí, sus probabilidades de encontrar de nuevo su hormiguero serían bastante reducidas. Al fin y al cabo nosotros también nos perdemos en las rotondas...


2 comentarios:

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