viernes, 30 de diciembre de 2011

Dolor.

Un puñetazo, caigo al suelo. 
Otro, aún más fuerte. Me pitan los oídos, no oigo nada.
¿Qué está pasando?
Siento que las piernas me fallan, todo se vuelve negro. Se acabó.

Por un momento el dolor físico que siento en puntos localizados se neutraliza...¿quizás este es el fín? ¿Esto es la muerte? No está mal después de todo...
Nunca había imaginado que moriría así, tirada en medio de un sitio oscuro y frío, completamente sola y a manos de...ni sé ni me importa quién me está dando una paliza. A lo mejor debo darle las gracias.

Como si el destino se burlara de mi indiferencia ante la muerte, vuelvo a la vida real. Reacciono.
Respiro, oigo, abro los ojos. El dolor vuelve a cada una de mis terminaciones nerviosas.

Nada mas abrir los ojos recibo un golpe en la mandíbula. Creo que me la ha desencajado un poco.
La sangre comienza a llenar mi boca, me giro para escupirla sobre el suelo.
Aunque sé que recibiré otro golpe, intento incorporarme. Qué imagen más penosa debo estar dando.

Efectivamente, quien sea que  me está pegando cumple mis expectativas. Al intentar ponerme de pie me da una patada en la espalda. Vuelvo a caer de cara al suelo, como una muñeca de trapo. Siento tanto dolor que creo que estoy empezando a no sentir nada más. Ni siquiera noto el aire entrar y salir de mis pulmones, en su lugar siento el dolor en las costillas por los primeros puñetazos.

Boca abajo, tosiendo sangre, sin poder moverme. Creo que ni siquiera tengo miedo esta vez. Es triste pero estoy acostumbrada al dolor.

Mi asesino se acerca. Dentro de mi aturdimiento general aún puedo oír sus pasos hacia mí. Creo que incluso puedo oír su ira, su rabia. Quien quiera que sea debe de odiarme mucho.
Se para a mi derecha, a la altura de mis hombros y se agacha.

-¿Ya está? ¿Eso es todo lo que puedes hacer? Me decepcionas...esperaba mucho más de ti.- Dice.

Y tiene razón. Allá donde voy decepciono. Quizá mi muerte sea acorde con mi vida. Soy una blanda, soy imbécil. Una romántica empedernida que vive en sueños de niña pequeña. Una falsa, una mentirosa compulsiva. Una mocosa con doble moral y doble personalidad. Principalmente una pobre cría a la que le ha decepcionado la vida, y no ha sabido afrontarlo.

Me coge del pelo y me levanta la cabeza del suelo. Las lágrimas y la sangre se mezclan en un pequeño charco bajo mi cara. Se acerca a mi oído, su respiración se acelera. Me odia...no sé quién es, pero me odia con todas sus fuerzas.

-Mírate. Das asco. Esta es la muerte que te mereces...por gilipollas. ¿Te ves? Tirada en el suelo, a merced de mi voluntad. Puedo hacerte todo el daño que quiera hasta que tu cuerpo no pueda más. ¿No es lo que querías?- Me susurra intentando controlar su furia.

Aún cogiéndome del pelo, estampa mi cabeza contra el suelo. Me rompe la nariz y me parte el labio inferior. A este paso voy a morir ahogada en sangre. Lo más frustrante es que no puedo siquiera gritar.

Mi agresor comienza a llorar. Se levanta y le oigo dar vueltas a mi alrededor. Grita. Grita de rabia y golpea el suelo y las paredes con fuerza. Vuelve a acercarse a mí. Me da la vuelta y me hace rodar hasta quedar boca arriba. Imagino que a estas alturas parezco un cadáver. Ni siquiera puedo abrir del todo los ojos y tengo la cara empapada en sangre...

-Yo...yo te quería joder. TE QUERÍA....TE QUERÍA COÑO! Y te sigo queriendo...pero no me has dejado otra opción...-Sus palabras me han pillado desprevenida...supongo que oír un te quiero en esta situación es demasiado surrealista incluso para mí.

La voz...esa voz...
Esa voz la conozco...
Sigue repitiendo te quieros entre llantos y entre más golpes...
Es extraño. Es como si el sonido se desdoblara. Esa voz es de alguien. De alguien a quien corresponde una C grabada con dolor en mi piel, junto a mi cadera izquierda. Alguien a quien quise.

Pero insisto, la voz se desdobla...es como si oyera a dos personas hablar al mismo tiempo, diciendo las mismas cosas. Cada palabra se me clava como un puñal.

La otra voz suena familiar. Demasiado. Una voz que llevo oyendo desde que sé hablar.
No es otra que la mía.



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