miércoles, 27 de noviembre de 2013

Miercolunes.

Salgo del instituto. Primer cruce. Niños gritando con sus timbres de prepúber me rematan los oídos, que ya me duelen por el frío.
Unos minutos después, la manada de ejecutivos en estampida me impide andar. Pero les da igual. Su blackberry es más importante. Se hablan, pero ninguno se mira. Las pantallas hipnotizan.
Se me sale el cordón de la bota. No creo que me lo pise, pero me molesta.

PLIC, izquierda, derecha. PLIC, izquierda, derecha. PLIC, izquierda derecha...

-Te vas a pisar los cordones, niña.-
Gracias, señora. No sé qué sería de mí sin su ayuda consejo afán por meterse en la vida de cada persona que se cruce con usted.

El típico niño potoli malcriado corre sin mirar. Es de estos que te llegan a la altura del...bueno. Y se choca.
-Ay, cuidado- Dice con desdén la madre. Creo que me lo ha dicho a mí, y no a la mosca cojonera que tiene por hijo.
Habría que hacer un psicotécnico para procrear.

PLIC, izquierda, derecha. PLIC, izquierda, derecha. PLIC, izquierda derecha...

Me siento en un banco para meter el cordón. Acto que, por cierto, debe de ser todo un espectáculo audiovisual teniendo en cuenta el número de jubilados que se ha quedado mirando. Sí, Valladolid es única.

Plaza España. Ya queda menos.
Una mesa con pancarta y dos chicos con peto rojo me sacan de mi alegría. Parece que pone algo terminado en "ida". No alcanzo a leerlo antes de que me asalten con toda su bondad y solidaridad.

-Una ayuda para la lucha contra el SIDA.
(Precioso sintagma nominal. ¿Qué acción solicita usted?)

+No puedo, lo siento.
Menos mal que sólo es el SIDA. Pensé que iban a ser gente "provida", o algo peor.

-Grasias, que Dios le bendiga.- Dice con cara de "Que Dios te de por culo mientras duermes esta noche".

Sinceramente, prefiero que alguien me mande al infierno con ganas a que nombre a su dios en vano para rezar una bendición que realmente no desea.

Cruzo el enorme paso de cebra. Línea perfectamente perpendicular a las rayas blancas hasta que un señor enorme decide que el cruce es suyo. Me quedo en el borde de la carretera mientras pasa sin ni siquiera mirarme, justo cuando se cierra el semáforo. Un energúmeno con licencia para conducir acelera y me pita.

Maravilloso. Que Dios os bendiga. A ti y al señor enorme.

Prosigo. No tengo ganas ni de enfadarme.
Las moléculas ß-D-Glucopiranosa deciden invadir mi cabeza. Y luego la maltosa. Y luego la isomaltosa.
"1-4, 1-6, 1-4, 1-6"...
Necesito que terminen los exámenes.

Siguiente parada: acera estrecha y con andamio. Como un túnel que los fines de semana huele a orín.
Veo venir de fondo a una pareja, y sé que no cabemos, así que me quedo fuera hasta que terminan.
Ni una mísera mirada. Ni las gracias. Nada.
¿Es que tengo que sacarme los cordones para que alguien mire hacia donde estoy yo?


Llego a casa.
Tiro el móvil al sofá.
Rebota.
De verdad, rebota.
Y se estrella contra el suelo.


Feliz Miércoles, con M de "Me duele la espalda" y de "Mañana hay examen."



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